viernes, 5 de octubre de 2012

'Holy Motors' de Leos Carax



 LAS CÁMARAS SON INVISIBLES

Las cámaras fueron un día más pesadas que nosotros y ahora son invisibles. ¿Cómo hacer cine ahora que las imágenes están por todas partes? ¿Ahora que en el mundo virtual adoptamos múltiples avatares y vivimos una interpretación sin final? De la excentricidad y la irreverencia de Holy Motors emana el pluro placer por la fábula y la provocación, pero también un contundente ensayo creativo sobre la disolución del relato cinematográfico. En un viaje sin fronteras por la ciudad de París –por sus calles, por el subsuelo, por las azoteas–, Carax nos invita a habitar múltiples películas que se ofrecen como emblemas de las formas del cine, desde las fantasías de reconstrucción digital que saturan las salas a los dramas realistas que triunfan en Cannes. Como si fuera el protagonista de un videjojuego, monsieur Oscar, el maestro de ceremonias (un camaleónico Denis Lavant), adopta hasta once identidades para resolver distintas misiones. Es difícil escapar a la embaucadora potencia visual de la película, en la que Lewis Carroll se funde con Franju, Kafka, Ballard, Bergman, Kubrick.... El cine suplanta a la vida y viceversa. A su modo, Holy Motors es para Carax lo que el El estado de las cosas (1982) fue para Wenders o Irma Vep (1996) para Assayas, un dispositivo fantasioso que elabora un discurso de su propio oficio. Pero sin nostalgias. Más bien como un signo de interrogación marcado a fuego en la pantalla. En su regreso después de nueve años, Carax aglutina el pasado y el presente del cine para preguntarse hacia dónde encaminará su futuro. Ahora que las cámaras son invisibles. 

Publicado originalmente en "Caiman. Cuadernos de Cine" (Junio, 2012)







1 comentario:

manipulador de alimentos dijo...

Si Carax a veces ha acertado o se ha acercado al blanco, no es desde luego con 'Holy Motors'. Vaya pedazo de caca pretenciosa!!!