LAS CÁMARAS SON INVISIBLES
Las cámaras fueron un día más pesadas que
nosotros y ahora son invisibles. ¿Cómo hacer cine ahora que las imágenes están
por todas partes? ¿Ahora que en el mundo virtual adoptamos múltiples avatares y
vivimos una interpretación sin final? De la excentricidad y la irreverencia de Holy Motors emana el pluro placer por la
fábula y la provocación, pero también un contundente ensayo creativo sobre la
disolución del relato cinematográfico. En un viaje sin fronteras por la ciudad
de París –por sus calles, por el subsuelo, por las azoteas–, Carax nos invita a
habitar múltiples películas que se ofrecen como emblemas de las formas del
cine, desde las fantasías de reconstrucción digital que saturan las salas a los
dramas realistas que triunfan en Cannes. Como si fuera el protagonista de un
videjojuego, monsieur Oscar, el maestro de ceremonias (un camaleónico Denis
Lavant), adopta hasta once identidades para resolver distintas misiones. Es
difícil escapar a la embaucadora potencia visual de la película, en la que Lewis
Carroll se funde con Franju, Kafka, Ballard, Bergman, Kubrick.... El cine
suplanta a la vida y viceversa. A su modo, Holy
Motors es para Carax lo que el El
estado de las cosas (1982) fue para Wenders o Irma Vep (1996) para Assayas, un dispositivo fantasioso que elabora
un discurso de su propio oficio. Pero sin nostalgias. Más bien como un signo de
interrogación marcado a fuego en la pantalla. En su regreso después de nueve
años, Carax aglutina el pasado y el presente del cine para preguntarse hacia
dónde encaminará su futuro. Ahora que las cámaras son invisibles.
Publicado originalmente en "Caiman. Cuadernos de Cine" (Junio, 2012)
1 comentario:
Si Carax a veces ha acertado o se ha acercado al blanco, no es desde luego con 'Holy Motors'. Vaya pedazo de caca pretenciosa!!!
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