lunes, 3 de junio de 2013

LOUIE - "Late Nite" (2012) de Louis C. K.


Vas a llorar, Louie, vas a morir…


1) Mírales a los ojos y habla desde el corazón
2) Tienes que irte para volver
3) Si alguien te pide que guardes un secreto, es que el secreto es una mentira

Jack Dahl (David Lynch) en Louie [S03E12]
                                   

Exterior, noche en Nueva York. En plano frontal sostenido, un templo de la comedia. Entre sus invitados, Louis C.K., probablemente el humorista más hype de la ciudad, lo que allí se entiende por un “comic’s comic”, es decir, un cómico de cómicos: en la mejor tradición norteamericana del ‘stand-up comedy’, la comedia monologada. Su comedia es su vida, su trabajo, su soledad, sus anhelos y su familia. El día a día en la metrópoli del siglo XXI. En este “sitcom verité”, la tercera temporada de Louie (FX) llegó a su hiatus final con una clase revelación creativa reservada a muy pocos. Tres capítulos en continuidad narrativa bajo el influjo (y las enseñanzas) de David Lynch [Late Show] y un epílogo en Asia [New Year’s Eve]… confuciano, poderoso, divertido y conmovedor. El plano final lo hubiera filmado Ozu.






De la oscuridad urbana a la luminosidad revelada, el trayecto de ochenta minutos entre estos dos planos contiene todo aquello que nos sacude en las formas y fondos de la serie Louie y que en cierto modo ya podemos leer bajo la marquesina del teatro en el plano seminal: Improv. Hay dos formas igualmente significativas de interprretarlo. Como abreviatura de improvise o improvistation (improvisar o improvisación) y como equivalente fonético de improve (mejorar). En torno a estos conceptos-desafíos articula Louis C.K. su prodigiosa serie, que crea, dirige, protagoniza y edita.

Improvisar (reír y llorar, desde el corazón). En estos cuatro capítulos de formato semi-independiente dentro del conjunto de la tercera temporada ni siquiera la deliciosa ‘intro’ –su paseo camino de un bolo en el Comedy Cellar del Greenwich Village– está libre de los efectos de las mutaciones y desvíos de la serie. El audio musical cambia radicalmente: del Brother Louie de Hot Chocolate (interpretado por The Stories) a un score melodramático.

Pero no es el primer ni el último salto al vacío de una serie donde autobiografía y fabulación se nutren constantemente. El hombre y el artista trazan su independencia en el espejo de la televisión. El hombre es Louis Scékely (Washington, 1967), de ascendencia húngaro-judía (padre) y mexicana (madre), criado en Boston. Su aspecto robusto, su rostro bonachón, la incorreción de su humor y su verbo malhablado encierran nociones de identidad colectiva asociadas a la clase trabajadora. Está divorciado y tiene dos hijas. El artista, después de veinte años como colaborador en los shows cómicos más respetados del espectro televisivo (Conan O’Brien, Dana Carvey, Chris Rock, David Letterman…), de dirigir dos películas infértiles (Tomorrow Night, 1998 y Pootie Tang, 2001), y, entre otros proyectos, crear y protagonizar una serie de corto alcance (Lucky Louie, HBO, 2006), decide a partir de 2009 producir y distribuir de forma independiente sus espéctaculos en directo. Son monólogos que rompen límites verbales y desactivan tabúes (sexo, niños, familia, política, etc), groseros y grotescos, ciertamente hilarantes, proferidos desde la conciencia de un alter-ego que es y no es Louis Scékely, sino Louis C.K. Solo las ventas on-line de sus espectáculos superaron el millón de dólares. Y el hombre/artista crea su propia serie en la cadena FX, de la que es dueño y señor: Louie (2010-2012), donde interpreta a un cómico que está divorciado y tiene dos hijas. He aquí una cierta forma de vivir el sueño americano.

Es la que cuenta a su modo el episodio triple Late Night. Tras una inesperada participación como invitado especial en el “Jay Leno’s Tonight Show”, el presidente de la CBS le propone la posibilidad de ocupar el sillón de David Letterman al frente de su “Late Night”, uno de los programas más longevos y populares de la televisión, del que Louis CK salió por la puerta trasera con la promesa de que nunca volvería. La oferta es un todo o nada, “un principio o un final”, tal y como se lo plantea Louie al misterioso “entrenador personal” que le proporciona la CBS, Jack Dall. Su primera aparición es de espaldas, tocándose lo oreja, antes de revelar el rostro de David Lynch. A este punto, a este preciso momento, es al que súbitamente comprendemos que ha ido caminando la serie durante tres años (aunque ni el propio Louis CK lo supiera), apelando, siempre en los márgenes de una ‘sitcom’, a la extrañeza surreal, el absurdo onírico y la incomodidad psicológica. Proponiendo diversos saltos al vacío.




 
  
Mejorar (vivir y morir, irte para volver). La colisión/colaboración entre Louie y Lynch genera frutos inesperados y proporciona fértiles analogías. Nos habla de la culminación de un proyecto creativo en permanente (y evidente) evolución, poniéndose a prueba sin complejos. En verdad, las múltiples piruetas formales de Louie, abriéndose a diversos códigos, con guiones que albergan un impulso anárquico, caminaban decididadamente hacia rupturas de la lógica narrativa y la disolución del “relato cerrado” en favor de momentos mágicos y perturbadores. En su emparejamiento final con Lynch (bajo el esquema maestro y alumno) toman pleno sentido las citas lynchianas en la atmósfera y la puesta en escena de varias escenas de Louie, así como la inconsistencia de identidades a lo largo de la serie, con los mismos roles (el de la hermana y la exmujer de Louie) interpretados por actrices distintas, de apariencia, edad y hasta razas variadas.

Así que Louis CK filma a David Lynch saliendo detrás del telón [Late Night. Part 2] y mostrándonos cómo el sonido marca toda la diferencia respecto a lo que la imagen parece decirnos. ¿No es acaso Lynch el más excelso generador posmoderno de las fricciones entre lo que vemos y lo que oímos? El autor de Mulholland Drive y de Inland Empire irrumpe en el unvierso alternativo de Louie, trasladando su retrato irónico y terrorífico de la industria del cine a la televisiva, con la participación de Chris Rock y Jerry Seinfield lanzando puñaladas traperas. Las enseñanzas confucianas y pugilísticas de Jack Dall, con sus tres reglas del showbusiness, encierran la catársis creativa de Louie, su proceso para afrontar el miedo y resolver el dilema melodramático entre trabajo y familia. Bajo la invocación de Rocky (otro sueño americano) se somete al castigo físico, a recibir golpes en el ring antes de sentir la necesidad de golpearnos a todos con un humor que, esencialmente, nace en la expresión de la rabia. [Esto también es autobiografía: Louis practica boxeo como terapia creativa].


La emotiva celebración final frente al Ed Sullivan Theater (F--- You, David Letterman!) remite a las verdaderas conquistas de Louie, las más sorprendentes en originarse en la teleficción norteamericana. El modo en que el trazo grueso ha modulado hacia la fina pincelada, la depuración silente, el refinamiento de la mirada. Louis ha alcanzado el zen creativo que sugiere el plano final ozuniano. Si regresamos al principio, al plano donde se leía Improv, veremos a la derecha la letra V. ¿De “victoria” (victory)? ¿Y/O de “venganza” (vengeance)? El artista y el hombre.
  

 Publicado en "Caimán. Cuadernos de Cine" (Abril 2013)

No hay comentarios: